"Proyecto Potter" y el prisionero de Azkaban: capítulo XVII ¿Animagos?

¡Buenaaaas!

Volvemos un lunes más con otro capítulo comentado sobre Harry Potter y el prisionero de Azkaban: capítulo XVII El perro, el gato y la rata.

¡Descubrimos medio pastel!

Pues sí, tenemos un capítulo de lo más revelador. En general, no hay mucha acción sino que vamos a asistir a una de las conversaciones más interesantes hasta la fecha. Pero para llegar ahí, primero debo contaros cómo surge todo:

Recordemos que el capítulo anterior acaba con el sonido del hacha sobre la cabeza de Buckbeak junto con un grito desolador de Hagrid, y, por ende, con la impotencia y la rabia de nuestros tres protagonistas. Además, Ron tiene a Scabbers de nuevo, solo que ésta no para de chillar mientras intenta zafarse de él. Bien, pues con este panorama, la rata consigue liberarse y salir corriendo con Crookshanks detrás, por lo que Ron sale tras ellos. Obviamente, Harry y Hermione se quitan la capa para correr más rápido y pillar a Ron, antes de que algún profe les pille. En el fondo, no parece que vaya tan mal la noche, hasta que de pronto un perro negro enorme les ataca y secuestra a Ron llevándoselo por un hoyo que hay entre las raíces del árbol boxeador. Resulta que los tres, sin darse cuenta, han acabado en los terrenos del sauce –la noche les confunde-. Por suerte, Crookshanks parece entenderlos mejor de lo que aparenta y les abre el camino hacia el túnel inmovilizando al árbol con una técnica que solo él conoce, y no solo eso, sino que les guía hasta una casa destartalada que Hermione reconoce enseguida: la Casa de los Gritos.

Será aquí donde surja la auténtica magia.

Por cierto, se me ha olvidado mencionar que ese perro negro es el mismo que Harry vio capítulos anteriores corriendo con el gato por la noche. Se nota que nos faltan datos, ¿verdad? ¿Por qué Crookshanks les iba a ayudar si es colega del perro que secuestra a Ron? ¿Acaso les quiere tender una trampa? ¿Por qué ahora? ¿No estaremos hablando del grim?

Por suerte, Rowling nos despeja las dudas rápido, pues resulta que en cuanto suben las escaleras se encuentran con el mismísimo Sirius Black, el misterioso perro negro hecho mago. Sí, queridos, el título es en parte por él: es un animago.

Después de unos momentos súper tensos y dramáticos en los que se insultan y pelean, obviamente a Harry no le hace ninguna gracia encontrarse con el señor que mató a sus padres… se quitan las varitas, las vuelven a recuperar, se apuntan con ellas, que sí, que no… El caso es que hace su aparición estelar Lupin antes de que alguien la líe demasiado.

Y notición: ¡Lupin es un hombre-lobo! Sí, esas dudas que se respiraban a su alrededor quedan más que resueltas: que si el boggart se transforma en una esfera plateada (la luna), que si está enfermo unos días muy concretos del calendario,...

La cuestión es: ¿qué pinta Lupin ahí? ¿Qué demonios hace abrazando a Sirius como si fueran colegas de toda la vida? Y esto no es una pregunta, pero ¡Lunático es Lupin! Sí, él junto con otros compañeros creó el fabuloso mapa del merodeador.

En fin, que tampoco me quiero enrollar, solo os diré que Black no es tan malo y que esperemos que se explique con tranquilidad el próximo episodio, ahora que tenemos otro de los testigos de la trágica noche: Peter Pettigrew o, como lo conocemos desde siempre, Scabbers. Si es que le estaba durando demasiado a Ron para ser una simple rata.

Un capítulo que me he bebido, sin duda. De los que molan, que dan información y empiezan a desentrañar toda esta historia. Ya sabemos por qué Lupin tenía miedo a una bola plateada y lo de sus enfermedades casi diarias, y también nos deja más tranquilos el hecho de que lo supiera todo el personal docente –y Hermione-, aunque, mirándolo por otro lado, en el primer libro el señor que daba Defensa contra las Artes Oscuras tenía a Voldemort en la nuca y nadie dijo nada, ni siquiera Dumbledore. En fin, todos somos humanos…

Espero que os haya gustado =)

¡Leed mucho!^^