Las vírgenes suicidas, de Jeffrey Eugenides

“La mañana en que la última hija de los Lisbon le tocó el turno de suicidarse –esta vez fue Mary y con somníferos, como Therese-, los dos sanitarios llegaron a su casa sabiendo exactamente dónde estaba el cajón de los cuchillos y el horno de gas y dónde la viga del sótano en la que podía atarse una cuerda.”

Título: Las vírgenes suicidas (The Virgin Suicides)

Autor: Jeffrey Eugenides

Fecha de publicación: 1993 (original en inglés)

Traducción: Roser Berdagué

ISBN: 9788433902306

Págs.: 252

Editorial: Anagrama

Sinopsis:

Es verano en la América de la década de 1970 y las cinco hermanas Lisbon se quitan la vida ante la atónita mirada de sus vecinos. Veinticinco años después, Jonathan, el enamorado amigo de una de ellas, recuerda el impacto que produjeron aquellas muertes. Las chicas vivían enclaustradas en casa, sometidas a la férrea custodia de unos padres extremadamente estrictos. Sus figuras deambulaban por las habitaciones y sus sombras proyectadas en las ventanas las hacían deseables a quienes se asomaban a ellas.

Opinión:

¡Buenaaaas!

Al fin puedo pasarme por aquí, que ya tenía unas ganas tremendas. Básicamente no he parado en casi todo julio y parte de agosto, que con las vacaciones estoy sustituyendo a diestro y siniestro. A ver, por un lado: ¡viva, que sigo currando!, pero por otro… ¡estaba deseando pegar mi culo a la silla unas horitas y escribir!, sin pensar en nada que no fuera esta maravilla que os traigo hoy y que, segurísimo, conocéis una gran mayoría, ya sea por la adaptación de la Coppola o por la nueva edición que publicó Anagrama por su 50ª aniversario. Ediciones que, por cierto, me parecen preciosas y muy asequibles.

En fin, vamos a por Las vírgenes suicidas, que para eso estoy aquí. Tenemos una historia ambientada en Norteamérica, años 70, con la típica familia que vive a las afueras, en un barrio residencial; ya sabéis, la casita con jardín, padre profesor, madre ama de casa y sus cinco hijas rubias y preciosas: Cecilia (13), Lux (14), Bonnie (15), Mary (16) y Therese (17). “Nadie entendía que el señor y la señora Lisbon hubiesen engendrado unas hijas tan guapas” (pág. 13).

Vamos, que parece el cartel publicitario de la familia perfecta que se estilaba en aquella época, de ahí que los acontecimientos, que nos llevan a la cuestión del título del libro, parezcan tan irreales y sin una explicación lógica. ¿Por qué una niña como Cecilia, de tan solo 13 años, acaba con su vida? Y peor aún, ¿por qué sus hermanas siguen su ejemplo? Este será el tema central de la novela. Eugenides, a través de la voz de un narrador testigo –Jonathan, amigo de las Lisbon-, nos mostrará el pozo en el que la familia se irá hundiendo lentamente durante ese año de luto hasta que las cuatro hijas restantes decidan homenajear a su hermana, Cecilia, dejando el mundo terrenal. Y no, no hay ningún spoiler, pues Jonathan, el narrador, nos cuenta la historia empezando por el final, ese momento en el que los sanitarios entran en la casa con las chicas ya fallecidas, para luego volver a unas semanas antes de la primera muerte, la de la pequeña.

“Supimos de esa cárcel que es ser chica, de los impulsos y sueños que genera y por qué acaban sabiendo qué colores combinan y cuáles no. Supimos que las chicas eran gemelas nuestras, que todos existíamos en el espacio como animales con idéntica piel y que si ellas lo sabían todo de nosotros, nosotros en cambio no podíamos sacar nada en claro de ellas. Supimos, finalmente, que las hermanas Lisbon eran en realidad mujeres disfrazadas de niñas, que sabían del amor e incluso de la muerte y que nuestra función se reducía simplemente a emitir una especie de ruido que parecía fascinarlas.” (pág. 48)

Precisamente el hecho de que Eugenides nos enseñe la novela con un narrador testigo le libra, de alguna manera, de meterse en un jardín, pues, aunque nos dé a entender varios motivos que pueden llevar a las Lisbon a ese punto, no tenemos la verdad absoluta, ya que solo ellas saben por qué lo hacen, y por mucho que Jonathan y sus amigos estuvieran pendientes, las observaran y/o hablaran con ellas, somos conscientes de que nunca será información suficiente. En el fondo, me gustó que fuera así, visto que qué hay más maravilloso que acabar un libro con la sensación de que el misterio que nos iban a relevar a lo largo de sus páginas es un juego en el que nunca ganamos. No sé si me explico bien, quiero decir que, por mucho que lo leas y releas, nunca podrás saber más de lo que Jonathan vio y oyó como amigo y vecino. La decisión de las Lisbon queda entre ellas y su creador, Eugenides.

Entonces, la historia me llamó la atención porque soy una morbosa y leer vírgenes y suicidas en el mismo título pudo conmigo (lo mismo me pasó con la peli). Con lo que, como os decía en el párrafo anterior, buscaba el origen más genuino, ese que te dijera a la cara que “entendías por qué lo hacían” y, aunque sí que es verdad que a lo largo de la novela puedes oler la claustrofobia cada vez más evidente, las propias Lisbon actúan de tal manera que te dan esperanzas de que no acabe como ya sabes de antemano que va a terminar. Es una tontería, pero tuve la misma sensación con el final de Romeo + Julieta (1996), que, como era una adaptación tan actualizada con sus camisas hawaianas en la playa tenía la ilusión de que el director le diera una vuelta de tuerca.

Y qué ocurre con eso del agobio que viven nuestras protagonistas, una asfixia cada vez más fuerte dirigida por unos padres que no saben cómo sobrellevar el suicidio de su pequeña, Cecilia. Primero tenemos a una madre muy estricta, conservadora y religiosa con miedo al pecado, que intenta educar a sus hijas a su manera, lo que, obviamente, se le va de las manos, pues al final estamos ante adolescentes con las hormonas revolucionadas y con una independencia cada día más latente, sumándole el trauma de ver a su hermana muerta empalada en la valla de su casa… Telita. Además, tenemos al padre ausente, ese que se deja llevar por lo que diga su mujer, es decir, puede que tenga opiniones, pero nosotros, los lectores, no las escucharemos muy a menudo. Ya os digo, que la madre decide encerrar a sus hijas en casa, llega a un punto en que prefiere que no vayan a clase, e incluso el padre, que, como os comentaba al principio de la reseña, es profesor en el mismo cole, deja su trabajo para enclaustrarse con toda la tropa.

Y si sabemos qué sucede en esa casa cerrada a cal y canto, será gracias a las pequeñas excursiones de Jonathan y sus compañeros, a triquiñuelas de las propias niñas para comunicarse con el exterior y demás cosillas que ya leeréis. Es un libro que da para mucho debate, ya que, aparte del tema del suicidio, veremos que no era fácil ser adolescente en una época en que la religión lo impregnaba todo, me refiero al decoro en cuanto a ropa, modales y música, sobre todo si era tu madre la más modélica del barrio. También tenemos el problema de Cecilia, quien parece sufrir depresión o algún tipo de enfermedad mental, y que, al principio se toma a la ligera, creyendo que una buena fiesta de cumpleaños será la solución. En el fondo, todas las Lisbon tienen sus dilemas, pues Eugenides les dará pinceladas de personalidad para que no parezcan un simple decorado; sin embargo, no estamos ante una profundidad psicológica equilibrada, o sea, no todas ellas serán complejas, puesto que el autor se centra en Cecilia y en Lux, esta última siendo la más rebelde, con necesidad de cariño y de evadirse de la miseria de su hogar. Otro tema no tan llamativo, pero que leeremos a lo largo de la novela, es el racismo, ya que Jonathan hace memoria junto a sus amigos de las pocas ganas que tenían los vecinos de que hubiera negros paseándose por el vecindario, para lo que hacían uso de tejemanejes bastante crueles como maniquíes (me refiero al centro comercial de la zona) que se daban un aire a los del ku kux klan, realmente el autor no llega a mencionarlos explícitamente, pero no hace falta ser un lumbreras para saber por dónde van los derroteros. “Como nosotros, las chicas tenían recuerdos muy precisos sobre diferentes arbusto, árboles y tejados de garajes. Se acordaban de los motines racistas…” (pág. 128)

“No podíamos por menos de preguntarnos si ciertas «mejoras» del Village no habían obedecido al deseo de ahuyentar a los negros. La figura del escaparate de la tienda de vestidos, por ejemplo, tenía una cabeza terriblemente puntiaguda y cubierta por una capucha, mientras que el restaurante había eliminado el pollo frito de la carta sin que mediase explicación alguna.” (pág. 103-104)

En cuanto al estilo, tenemos uno de esos libros que se lee de una sentada, en el cual la historia se vuelve tan adictiva que una servidora no podía despegar los ojos de sus páginas, y sin la necesidad de utilizar oraciones cortas, como ocurre con muchas novelas contemporáneas. Bastante diálogo, con las descripciones justas y, en más de una ocasión crudas, para que te hagas una idea sin que resulte tedioso, y mucha acción, siempre está sucediendo algo nuevo. Encima los juegos del narrador al llevarte al final, luego al pasado, o, de repente, aparecer en su presente -Jonathan nos cuenta la trama siendo un adulto y habiendo recopilado más información a lo largo de los años-, no dejan que te desconcentres ni un minuto.  ¡Ah! Y el párrafo final es genial.

En conclusión, que me he enrollado la vida. Claro que recomiendo Las vírgenes suicidas. Me parece que tiene todo el sentido que se haya convertido en un clásico contemporáneo, y ya os adelanto que seguiré leyendo al autor. Me ha encantado el argumento, el estilo, los personajes, la ambientación, los temas… Todo. Así que, si no sabéis qué leer próximamente, haceos con esta maravilla de edición aniversario y disfrutadla (que conste que nadie me paga por la publi, pero es que estoy enamoradita de estas publicaciones, debo de haberme comprado al menos diez libritos…, menudo peligro para mi bolsillo).

“La luz del interior de la casa nos hacía invisibles y, aunque nos encontrábamos a pocos centímetros de la ventana, no podía vernos, como si estuviésemos mirándola desde otro plano de la existencia.” (pág. 211)

Sobre el autor:

Jeffrey Kent Eugenides nació en Detroit, Míchigan (EEUU), el 8 de marzo de 1960. Se licenció en la Universidad de Brown en 1983, además realizó un máster de escritura creativa en la Universidad de Stanford. Vivió con su familia en Berlín entre 1997 y 2004. Está casado con la artista Karen Yamauchi. Es muy celoso de su intimidad, por lo que no hay demasiada información de su vida privada.

Obra:

Las vírgenes suicidas (1993)

Middlesex (2002)

La trama nupcial (2011)

Denuncia inmediata (2017) Cuentos

De libro a película:

En 1999, Sofía Coppola dirige y guioniza Las vírgenes suicidas, adaptación homónima de la novela de Eugenides. Reparto: Kirsten Dunst (Lux), A. J. Cook (Mary), Hanna Hall (Cecilia), Leslie Hayman (Therese), Chelse Swain (Bonnie), James Woods (padre Lisbon), Kathleen Turner (madre Lisbon), Jonathan Tucker (Tim Weiner/narrador), Robert Schwartzman (Paul Baldino), Josh Hartnett (Trip Fontaine), Hayden Christensen (Jake Hill Conley), etc.

¿Lo habéis leído? ¿Alguna otra novela que os llame del autor? ¿Y la adaptación?

Puntuación 4,5/5